Se interroga Salvador Gutiérrez Solís por el
ADN, por los padres y madres de sus novelas y confiesa que pueden nacer de
cualquier imagen, de un recuerdo, de una canción… que, incluso difuminadas,
contribuyen a la gestación de la ficción de manera decisiva. Apostaría, por mi
parte, que en el caso de su última pieza, ha sido la imagen / noticia de un
anónimo escalador encontrado congelado, a punto de alcanzar la cumbre de una
montaña nepalí. Allí sigue conservado como una estatua inamovible, lo que se ha
transformado en semilla metafórica para orientar la escritura de una novela,
mosaico generacional, crónica de tantas derrotas y de sueños frustrados.
Ese es sin duda el tema de fondo de esta
novela puzzle de personajes, con historias cruzadas y a la vez calidoscopio, instantánea
de una generación que superada la juventud, vive su particular crisis
existencial.
Es invierno, un frío invierno sevillano.
Allí, en Sevilla, con el ritornello de la imagen del escalador congelado
regresando con frecuencia en el relato un puñado de personajes... Seguir leyendo
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